Perdóname cuando lloro. Siento que nos fallo en un traspiés evitable que no veo y caigo de lleno. A veces siento la valentía resbalar de mi pecho para formar un charco a mis pies que no entiendo muy bien de qué se compone. A veces achaco a las lágrimas la culpa, para eximirme yo. Otras hablo del sudor que me provoca el latir impaciente de mi reloj.

No estoy dudando. Ni arrepintiéndome. Nunca pensé en echar a correr, y ahora solo lo haría tras de ti. Es difícil conocer la vida que eres capaz de dar, y luego salir ahí fuera y conformarse con sólo eso. Con el humo, los semáforos, las prisas y los autobuses que perdemos. Es verdaderamente jodido. Y yo nunca he sido de conformarme; siempre he seguido escalando, siempre rezando: 'un poco más', 'casi estás'. Y la verdad es que hasta ahora no me ha ido tan mal.

No es tristeza, melancolía o nostalgia. Es impaciencia. Es la religión de los valientes, el credo de los guerreros que sin coraza ni escudo, se dejan disparar por la flecha de otro corazón, desnudo.

Así revive la vida, así resucita la muerte. 
Así seguimos, con la cabeza alta y mirada al frente: fuertes.



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Celia Munera Pérez ©. Con la tecnología de Blogger.